El nervio de lo invisible
Una historia de miedo, silencio y renacimiento
Durante un año y medio viví encerrada.
No solo entre paredes, sino dentro de mi propio cuerpo.
La ansiedad y la agorafobia se apoderaron de mis días,
y el miedo fue poco a poco apagando todo lo que me daba vida.
Tuve que dejar de bailar.
El escenario, el movimiento, el pulso del cuerpo… todo se detuvo.
Sentía que algo esencial en mí se había roto,
y la vergüenza ocupó el lugar del arte.
Pasaron años antes de poder hablarlo.
Años en los que guardé silencio, creyendo que mostrar mi fragilidad me haría más débil.
Pero el tiempo, la terapia y la distancia me enseñaron que lo invisible también necesita ser nombrado,
que compartir es otra forma de curar,
y que el arte puede ser el lenguaje más honesto para hacerlo.
Diez años después, volví a la danza.
De ese regreso nació El nervio de lo invisible,
una pieza creada desde la herida,
desde el temblor de lo que un día me paralizó.
No bailo el miedo:
bailo la reconciliación, la aceptación, la ternura hacia mi propio pasado.
Cada gesto de esta obra es un hilo que une lo que fui con lo que soy,
una conversación entre la oscuridad y la luz.
Durante mucho tiempo sentí vergüenza por lo vivido.
Hoy entiendo que no hay vergüenza en haber sentido miedo,
en haberse roto,
en seguir luchando.
La ansiedad y la depresión no nos hacen menos fuertes,
nos hacen más humanos.
Nos obligan a mirar hacia dentro,
a reconocer nuestra fragilidad como una forma de verdad.
Este proyecto es mi manera de decir que lo invisible también merece espacio,
que el arte puede ser una puerta hacia la empatía,
y que hablar —con palabras o con danza—
es siempre un acto de valentía.



